Como muchos periodistas razonables se encargaron de recordar, el fútbol es lo más importante entre las cosas poco importantes. Está bien. Pero el fútbol no deja de ser una metáfora de nuestra vida. Por eso me entristece la caída de River. Primero porque la jerarquía de uno se mide por los enemigos que elige. Y si miramos para adentro, el presente de Boca no es demasiado diferente al de River. Sólo que ellos descendieron y nosotros recién el próximo torneo vamos a estar cerca de la promoción.
Lo otro es la desesperación. A los argentinos se nos ha elogiado la garra, la voluntad para no sentirse vencido ni aún vencido. La contracara de eso es que la derrota nos resulta inaceptable. Siempre es culpa de Blatter, Grondona, el FMI o los gobiernos anteriores. Nunca es por errores propios.
Cuando veía a la gente destrozando la cancha de River me acordaba de cuando entró una multitud al Congreso y empezaron a quemar cuadros, muebles y piezas de museo irreemplazables. Me di cuenta que el descenso es algo imperceptible, que sucede a través de los campeonatos o los gobiernos, que cuando llegás a la promoción te parece que la historia o la soja te va a salvar, pero que de repente te encontrás jugando en la B y no sabés como pasó.
En Argentina hace muchos años que nos viene pasando.
Música de fondo para esta nota, Argentina Dub
Argentina Dub by Niteroi